Manny y yo hace unas pocas semanas, mientras nos alistábamos para ir a la iglesia muy temprano en la mañana tuvimos una breve conversación

Manny: ¿A dónde vamos?
Yo: A la Iglesia
Manny: ¿Vamos a la clase a aprender de Dios?
Yo: Si y también a adorar a Dios.

Unos momentos después cuando estábamos manejando hubo un silencio profundo. En mi mente estaban las diferentes clases de biblia durante la escuela dominical, personas que iban a ir, miembros, visitas, familias y amigos; y reflexionaba en lo que me dijo mi hijo.

¿A que realmente vamos a la “Iglesia”?

¿Se trata de mi o de Dios?
¿Voy a dar o a recibir?
¿Voy a bendecir o a pedir bendición?
¿A estar en comunión con otros o a algo más?
¿A juzgar o criticar?
¿A escuchar o ser escuchado?
¿A alabarme a mí mismo o alabar a Dios?
¿A hacer memoria de lo que Jesús hiso por el mundo y hará?
¿No tengo nada más que hacer o me obligaron?
¿Por tradición, a hacer lo que es tradición?
¿A poner reglas?

La definición de “iglesia” viene del latín ecclesia y este del griego, ekklesia (ἐκκλησία) “los llamados” y sabemos esto. Dios es espíritu y fuimos creados a su imagen. Pablo en Efesios 1.6,12 nos dice que fuimos creados para diéramos alabanza y gloria a Dios.

En el encuentro de Jesús con la mujer samaritana vemos que hay dos tipos de adoración: adoración en espíritu pero sin verdad y adoración en verdad pero sin espíritu. Jesús está diciendo que la verdad y el espíritu deben de estar presentes en la verdadera adoración.

Jesús dice ven y sígueme… La iglesia es de Cristo; él dijo edificare mi iglesia… la iglesia es un Reino espiritual. La adoración es importante para el Padre, él te busca a ti.

¿Por qué realmente voy a la iglesia?