“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”. Efesios 2.1-3

Esta carta del apóstol Pablo a la Iglesia en Efeso me pone a pensar en mi pasado; mis padres eran cristianos desde mucho antes que naciera yo, y crecí viendo a mi padre con una gran pasión por Dios, su iglesia y la predicación del evangelio. Puedo decir que fui uno de esos niños que creció en la Iglesia y que pensaba que era bueno hasta que un día me di cuenta de todo lo malo que era y que necesitaba urgente a Cristo en mi vida transformando mi corazón y cada aspecto de mí, tenía 16 años en ese entonces.

Desde aquel día hasta hace poco pesaba que mi relación con Dios había tenido altos y bajos hoy pienso que ha sido un tiempo de transformación de dejar de vivir en los deseos de la carne y de dejar de hacer los deseos de la carne y de mis pensamientos.

Dios nos enseña a través de su palabra que la paga del pecado es la muerte, más la dadiva de Dios es vida por la eternidad. Dios nos da vida y no cualquier vida, es una vida abundante. Hoy tengo una vida por la gracia de Dios, una vida creada para buenas obras.

El someterse no es fácil, pero es muy fácil querer estar en control y creer saberlo todo y tener la solución a muchos problemas en nuestra propia opinión.

Cuando hay completo sometimiento a Dios experimentamos transformación y las buenas obras para las que fuimos creados. El nombre de Dios es exaltado y el de su Iglesia, su amor se expande de maneras que no podemos imaginar y su Espíritu se mueve sobre nosotros.

Es muy fácil seguir la corriente de este mundo, al igual que es fácil ignorar lo que sucede en el mundo y esto pasa cuando como cristianos solo pensamos solo en nosotros mismos, o en nuestro lugar seguro o lo que conocemos como nuestra zona confortable.

Dios nos ha llamado de tinieblas a luz, de muerte a vida, con propósito para ser partícipes de su obra.

Me pregunto cómo respondo al llamado de Dios, en mi familia, en la Iglesia donde Dios me ha puesto con propósito, en mi comunidad, en mi ciudad, en mi trabajo…
Es muy fácil caer en la trampa y las mentiras del enemigo cuando mis pensamientos no son los pensamientos de Dios, ni mis caminos sus caminos.

Hoy Dios me invita a examinar y mi caminar con él y a contestar a la pregunta con respondo a su llamado.